Se acaba la primera década del siglo (a pesar de que el siglo comienza en 2001, la década tiene sentido contarla por las decenas, por tanto hablamos de 2000 - 2009). Hemos visto mucho cine en estos diez años e intentar incluir todo lo bueno sería imposible. La intención aquí es otra, hablar de las que han podido ser las características más marcadas de estos diez años, la personalidad de una década, las películas y nombres involucrados, a través de algunas tendencias propias del siglo XXI. Finalmente, para los devoradores de listas, dejo constancia de cuáles son para mí las películas más interesantes de la década.
2. LA ESTRUCTURA
DESORDENADA
3. EL REALISMO
4. ESCENARIOS
VIRTUALES
5. EL COMIC DE
CALIDAD
6. PIXAR
7. LAS MEJORES
PELICULAS
CINE RODADO EN
DIGITAL
A finales de los
90 hicieron su aparición las cámaras digitales. En lugar de grabar sobre
película de cine, se graba directamente sobre un soporte digital. Aunque
entonces la diferencia de calidad era muy grande, a lo largo de esta década las
cámaras digitales han evolucionado a pasos agigantados. A día de hoy siguen
siendo minoría las películas que se graban de esta manera, pero la calidad ya
no tiene nada que envidiar al celuloide. La textura es, eso sí, diferente.
Algunos cineastas aún no quieren saber nada de este formato, pero hay otros que
sí lo han trabajado y, siendo los primeros, han ido dando forma a un nuevo tipo
de cine. Hablaré de algunos de ellos.
Lars Von Trier pronto se apuntó
al formato, ya antes del comienzo del siglo, rodó en digital Los Idiotas en 1998. Aún era un formato
tan sucio que sólo su defendido cine Dogma podía permitirse utilizarlo. El
formato digital ofrece dos grandes ventajas que al director danés le
venían como anillo al dedo para su cine. En primer lugar, una mayor libertad de
acción para rodar, pues son cámaras mucho más manejables y se puede grabar
tanto como se quiera sin apenas gastar dinero (el metro celuloide, por el
contrario, es muy caro). En segundo lugar, la estética, aunque menos elegante,
es mucho más realista. Todo esto debió ser determinante para el director que
abrazó definitivamente el nuevo formato. Bailar
en la oscuridad (2000), Dogville (2003)... A medida que la técnica avanzaba, la libertad seguía
manteniéndose, pero esa textura sucia y realista se ha ido refinando, hasta tal
punto que su última película, Anticristo (2009), cuenta con unas imágenes tan bellas y nítidas, que quizá el terrible
cineasta pueda estar algo descontento.
El bajo coste de
la nueva tecnología, unido a otras facilidades, llamó la atención del cine
independiente rápidamente. Seguramente el mayor representante sea Steven Soderbergh, quien ya a
principios de la década se valió de la tecnología digital para rodar proyectos
más personales como Full Frontal (2002).
Así, a lo largo de la década, ha podido intercalar grandes éxitos de taquilla
como la saga de Ocean (2001, 2004, 2007), rodadas en película, con su cine de
corte más experimental y minoritario como la citada o Bubble (2005). Hasta que el cine digital ha perdido su condición
independiente y se ha lanzado a rodar también sus películas comerciales en
formato digital. La reciente ¡El soplón! (2009) está rodada con la popular cámara Red
One (la misma que utilizó Von Trier en Anticristo).
Pero en el lado
opuesto, en las mayores superproducciones de Hollywood, también se ha trabajado
en digital, haciendo uso de la tecnología más cara, claro está. El pionero de
las grandes superproducciones en digital es, sin duda, el atrevido George Lucas, quien ya rodó sus dos
últimos episodios de Starwars en formato digital. Estamos hablando de 2002,
cuando rodó El ataque de los clones,
con una calidad asombrosa para su época, y que superó en 2005 con el episodio
III, La venganza de los Sith. No
sólo la superó en calidad de imagen, sino también con un guión mucho más
potable y una dirección más esforzada, pero esto ya es otra historia. Hoy por
hoy podemos encontrar a directores tan clásicos como Mel Gibson, rodando en digital, como en su irregular Apocalypto, donde conseguía unos realistas
tonos verdes en la selva, pero todo ello con el acabado elegante que requiere
Hollywood, cada vez más cercano al del celuloide.
Aunque mientras
algunos de estos directores aspiran a alcanzar el tipo de imagen clásico con el
digital, otros le buscan su propia personalidad. Danny Boyle rodaba 28 días
después en 2002 con la Canon XL (situémonos: mismo año y misma cámara
que Soderbergh en la independentísima Full
Frontal). Boyle consiguió así rodar una película de terror muy barata y con
mucha libertad. Pero por encima de eso, consiguió una estética verdaderamente
personal, apoyándose en la nueva textura de imagen del digital en lugar de
evitarla. Firmó así una de sus mejores películas, con una atmósfera
escalofriante, que ayudó a presentar los recursos propios de la nueva
tecnología digital.
Aunque sin duda,
quien más ha ayudado a sentar las bases de la nueva técnica, es Michael Man. Ya hizo sus primeros
pinitos en 2001 con Ali. Se trataba
sólo de algunas tomas de los combates y planos nocturnos, mezclados con el
resto de la película rodada de manera tradicional, pero ya entonces empezó a
experimentar con el nuevo estilo. La imagen característica del digital le
ofrecía una nueva estética, con la que conseguía una belleza personal, pero
también una mayor intensidad y realismo. A partir de Collateral (2004), se lanza definitivamente al formato digital,
alcanzando con la reciente Enemigos
Públicos (2009), una sorprendente y arriesgada estética, que no sólo afecta
al tipo de imagen, sino que le ofrece la oportunidad de un dinamismo ilimitado
a la hora de rodar la acción (muchas veces con la cámara en mano) y sumergir al
espectador por completo en la película.
Son muchas las
ventajas del formato digital, para el director en el rodaje y como estética más
realista, aunque aún no se ha alcanzado la elegancia de la película. En
cualquier caso, lo que está claro es que esta primera década del siglo ha sido
esencial para un crecimiento, no sólo te la tencología sino de la técnica
artística. Serán los nombres de algunos directores, Mann, Von Trier, Boyle, los
que se recuerden como padres de un nuevo cine.
Volver al principio
LA ESTRUCTURA
DESORDENADA
No es nada nuevo
saltarse el orden cronológico a la hora de contar una película. El flashback es
un recurso viejísimo, e incluso el flashforward. Pero más allá de escenas
puntuales fuera de la cronología, a lo que asistimos en muchas de las películas
de esta década es al desorden total, a veces aparentemente anárquico y otras
veces reordenado. Una opción que en muchos de los casos busca aportar ese ritmo
que cada vez es más necesario para el espectador.
En el año 2000 Christopher Nolan estrena Memento. La película, que la mayoría de
los lectores ya conocerán, es un alarde extremo de reordenación del guión, en
este caso en un escrupuloso orden inverso (aparte de unos insertos en blanco y negro fuera de esa norma), con el que el director se da a
conocer, ofreciendo una doble lectura narrativa (en uno y en otro sentido). El
mismo director continua en algunos de sus siguientes trabajos con el gusto por
el desorden, aunque de una manera menos juguetona y más centrada en un esfuerzo
dramático. Batman Begins (2005), juega con
la narración en dos tiempos (el actual y la vida pasada del protagonista), un
concepto más convencional (véase El
padrino II, por poner un ejemplo), pero con un intercalado mucho más
dinámico. En El truco final (2006), incluso
lleva este dinamismo un poco más allá, con un dominio de la estructura
desordenada apabullante que resulta renovador. Aunque las propuestas son a
veces un pequeño desafío intelectual (especialmente en Memento), la acción está reordenada con una lógica que permite al
espectador situarse en todo momento.
Si hablamos de
Memento, no podemos olvidar tampoco la película que Gaspar Noe rodó dos años después, Irreversible (2002), un título que es más bien recordado por la
bestialidad de algunas de sus escenas, pero que no podemos olvidar que también
está estructurada de manera inversa, consiguiendo un efecto distinto del que se
habría conseguido narrándola en orden.
Aunque sin duda,
quien más partido le ha sacado al desorden, esta vez con una apariencia más
caótica y menos programada, es el guionista mejicano Guillermo Arriaga. En el año 2000 se estrena Amores perros, de Alejandro
González Iñarritu. Esta no resulta tan orginal como Memento (del mismo año), pues su estructura en tres capítulos recuerda
demasiado a la gran Pulp Fiction.
Pero su siguiente trabajo con Iñarritu, 21
gramos (2003) es mucho más atrevido en este sentido, pues supone un
verdadero caos de escenas desordenadas. Si con Nolan se aprecia un desorden más
bien racional, Arriaga busca una reordenación emocional, a veces moral. En
muchos momentos el espectador no encuentra elementos suficientes para situarse,
aunque emocionalmente puede seguir la película sin problemas, y finalmente, la
visión de conjunto queda bastante clara. Director y guionista lo volverían a
repetir en Babel (2006) y, ya bajo la
dirección de Tommy Lee Jones, con Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005).
Aunque personalmente, no considero estas películas sean de una calidad notable,
sí son significativas de esta tendencia.
Uno de los
guionistas más importantes de la década es Charlie
Kaufman. Aunque ya en El ladrón de
Orquídeas (2002 - Spike Jonze)
existe un cierto desorden, donde mejor se aprecia es en Olvídate de mí (2004 - Michel
Gondry) donde los saltos en el tiempo se convierten en un juego con el
espectador apoyado en los problemas de memoria de los protagonistas (siguiendo
en parte la línea de Memento). Para
que el espectador no se pierda, se ofrecen alguna ayudas visuales como el color
del pelo de Kate Winslet en
diferentes momentos.
Veamos dos casos
que se parecen donde el montaje paralelo y la música tienen gran importancia,
herederas quizá del estilo de Paul
Thomas Anderson en Magnolia (1999).
La primera es Las horas (2002) de Stephen Daldry, que utiliza maravillosamente
el montaje paralelo en tres tiempos al amparo de una banda sonora con
personalidad propia para saltar de un tiempo a otro. La segunda es La fuente de la vida (2006) de Darren Aronofsky, donde la
intencionalidad del mensaje se distribuía de manera ambigua por las diferentes
líneas absolutamente intercaladas. También eran tres tiempos y también se
jugaba con el montaje paralelo y la banda sonora densa para aportar unidad. En
ambos casos, los tres tiempos estaban suficientemente separados como para que
estéticamente fuera muy sencillo distinguirlos y, por tanto, no había necesidad
de utilizar otros recursos para facilitar la comprensión del espectador.
El público de hoy
está de sobra acostumbrado a este formato. En la reciente (500) días juntos (2009) de Marc
Webb lo podemos ver de un modo muy ligero, apoyado por el marcador de los
días que cita el título. El desorden de la estructura es un recurso que ha
existido desde hace mucho tiempo, pero que en esta década se ha trabajado como
nunca, y que en mayor o menor medida ha sido tanteado por muchos de los nuevos
directores.
Volver al principio
EL REALISMO
Una de las
características más claras de esta primera década es la búsqueda de realismo y
credibilidad, tanto en las formas como en los contenidos. El cine de acción
había alcanzado un grado de adorno y espectáculo exagerados con títulos de
éxito como Matrix o Tigre y Dragón. Como reacción a todo
esto, aparece un cine de acción mucho más directo y seco, principalmente a
partir del estreno de El caso Bourne en 2002. La película influyó considerablemente al género pero también a otros
cercanos como el thriller. Con la segunda entrega, El mito de Bourne (2004), el efecto se agravó en parte debido
al cambio de director por Paul
Greengrass, quien introdujo elementos formales de documental, creando así
una estética personal muy utilizada después. El nuevo cine comercial adopta las
formas que hasta entonces se estaban manejando en el cine más independiente.
En cuanto a la
forma, una fenómeno influyente lo encontramos en el cine de terror. El tremendo
éxito de taquilla (en proporción a su presupuesto) de El proyecto de la bruja de Blair 1999 abre una puerta a un tipo de
terror que se basa en la inclusión de la cámara dentro de la acción. Después
hemos visto otros casos claros, a veces interesantes como la española [REC] (2007) de Jaume balageró y Paco Plaza, otras veces
decepcionantes como El diario de los
muertos (2007) de George Romero o la reciente Paranormal Activity (2009), que no han sabido recrear de forma creíble el propio rodaje suficientemente
bien como para potenciar el realismo. En este desarrollo influye la nueva televisión, donde el reality es el formato más usado.
Siguiendo con el
terror, encontramos un cine mucho más oscuro, ya sea el "importado"
de Japón como The Ring (2002) o un
cine mucho más explícito con una violencia realista como la saga de Hostel o Saw, alejándose así de unos esquemas mucho más fantásticos y
pirotécnicos de la década anterior. Incluso en el género de la ciencia ficción encontramos realismo. La excepcional Hijos de los hombres (2006 - Alfonso Cuarón) se basa principalmente en cuestiones sociales. La interesante Primer (2004 - Shane Carruth), tratando un tema tan fantástico como el de los viajes en el tiempo se para a detallar una creíble investigación de garaje. En Moon (2009 - Duncan Jones), a pesar de viajar hasta la luna, somos testigos del día a día de un trabajador normal.
Se recuperan
sagas míticas que habían expirado precisamente por la pirotécnica y el exceso.
Los casos más claros son los de la nueva saga Batman de Christopher Nolan, y la redefinición del espía más famoso, James
Bond. En ambos casos se trata de personajes cercanos a la caricatura y el
espectáculo que pasan a convertirse en figuras mucho más realistas (incluso con
el contraste de un universo tan artificial como el del hombre murciélago)
consiguiendo en ambos casos, ante todo, un gran éxito de taquilla. Y es que es
básicamente el público quien ha marcado este rumbo, apoyando masivamente este
tipo de iniciativas. Otra película exitosa que quiere rivalizar con la saga de
Batman es Iron Man (2008). Dejando a
un lado la muy menor calidad de este otro título, es curioso observar como un
personaje tan de comic como es este, se sumerge en un contexto de contienda
bélica rodado una estética cercana a documentales o semidocumentales sobre la
guerra de Irak.
Y es que no es
extraño que temáticas de corte social se entremezclen con las propuestas más
comerciales. Podemos verlo en la segunda entrega del nuevo 007, Quantum of Solace (2008) de Marc Forster, un autor más bien
independiente, donde podemos ver imágenes de pura crítica social relacionadas
con la pobreza y la escasez de agua. Otro ejemplo claro es el de la reciente y
sobrevaloradísima Distrito 9 (2009)
que mezcla su muy explícita crítica social con explosiones y excelentes efectos
digitales.
El contenido que
vende ahora es el de la crítica social. Los Oscar lo dejan claro a partir de la
segunda mitad de la década, premiando películas como Million Dollar Baby (2004) de Clint
Eastwood, Crash (2004) de Paul Haggis y Slumdog Millionaire (2008) de Danny
Boyle, películas pequeñas de maracado posicionamiento social. Hay que
comentar la importancia de Haggis en esta década, que además de ser el director
de Crash, es el guionista de Million Dollar Baby y el principal
responsable de la renovación de la saga Bond. En definitiva, uno de los nombres
que marcan la tendencia de esta década.
En ocasiones, la
temática social responde más a una estética que a un contenido real, la
estética de la pobreza, que se observa claramente en títulos como la citada Slumdog Millionaire, Babel o El jardinero Fiel (2005) - hay que decir que su director, Fernando Meirelles, es uno de los
primeros en introducir esta estética en el circuito comercial con su Ciudad de Dios (2002). Así, terminamos
encontrando estéticas y tonos muy parecidos en los grandes éxitos como en los
pequeños festivales, con desarrollos diferentes, claro está.
Gran parte de la
temática social se centra en la guerra de Irak y en el terrorismo, como es
lógico después del 11S. El thriller político más incisivo se multiplica, con
películas como Syriana (2005). Paul Greengrass estrena United 93 en 2006, una recreación de los
ataques a las torres gemelas, es curioso y muy significativo de esta década,
que se trate precisamente del director de las dos últimas entregas de la saga
Bourne, como ya he comentado antes, que los directores de las películas más
comprometidas sean los mismos que los que dirigen los grandes títulos de
acción. Nadie imagina a la mayoría de los genios de la acción de los 80 o 90
rodando thriller políticos semidocumentales. Pero lo más curioso no es esta
doble función de directores como Marc Forster o Greengrass, lo realmente
característico de esta década es que Greengrass dirija esencialmente de la
misma manera ambas películas.
Volver al principio
ESCENARIOS
VIRTUALES
Un fenómeno de
mucho éxito de la segunda mitad de la década es el rodaje en escenarios
íntegramente virtuales. O dicho de otra manera, actores trabajando
constantemente delante de una pantalla de chroma. La técnica del chroma es
antigua, pero en esta década ha pasado de ser un modo de insertar a un
personaje real en un entorno real (pero diferente), a incluir al personaje en
un entorno completamente virtual, generado por ordenador. De esta técnica se ha
hecho gran uso y también abuso. Especialmente en la trilogía de El señor de los anillos, y en los nuevos
episodios de La gerra de las galaxias (especialmente en el último, La venganza de los Sith). Después en otras
muchas superproducciones, mayoritariamente fantásticas.
Incluso se ha
llegado al punto de construir toda la película mediante esta técnica. El truco
de este planteamiento ha sido alejarse de la idea de componer una imagen
creíble para buscar todo lo contrario: una estética absolutamente estilizada.
Seguramente la mayor representante de este formato sea la intensísima Sin City (2005) del irregular pero
siempre imaginativo Robert Rodriguez.
La película adapta un reconocido cómic de Frank
Miller y a diferencia de lo que se venía haciendo hasta entonces, se busca
plasmar las imágenes de un modo muy similar al original, jugando con los
recursos propios del cómic y no del cine. La película fue un éxito y se busca
repetir la fórmula con 300 (2006) de Zack Snyder, otro éxito de taquilla,
aunque con un guión bastante discutible. En cualquier caso, una potencia visual
que queda para el recuerdo.
Un ejemplo algo más fallido es el de Sky Captain y el mundo del mañana (2004) de Kerry Conran donde los personajes se sumergen en un universo retrofuturista, que al no ser tan plástica como Sin City, cojea y resulta demasiado artificial. Ahora tenemos en nuestras pantallas otra digna representante, Avatar (2009), de James Cameron, que además de utilizar esta técnica, busca un efecto deslumbrante para las proyecciones en 3D. No me sorprendería que dentro de diez años tuviera que referirme a ella como una puerta abierta a una nueva tendencia en la segunda década del siglo XXI.
El COMIC DE
CALIDAD
Esta década
también ha sido testigo de una explosión interminable de adaptaciones de cómic.
Además de este aumento en número, también es significativo (y de esto voy a
hablar) el gusto por la adaptación de las grandes obras del cómic, las más
serias, para las que se ha buscado hacer unas películas de calidad, a veces con
más éxito que otras.
Se podría decir que ha sido el año de Frank Miller, uno de los escritores de cómics más prestigiosos. En el apartado anterior acabo de comentar las adaptaciones de dos de sus más importantes trabajos, Sin City y 300. Aunque estas películas siguen teniendo al público adolescente como su mejor baza en taquilla, buscan una calidad y una experimentación que van más allá del producto fácil de superhéroes. El propio Miller, que en Sin City aparece como codirector, se lanza a la dirección en solitario, intentando repetir el éxito de la anterior con la misma técnica, aunque adaptando el comic de otro, con The Spirit, una película de la que no hay mucho que rescatar. Pero también podemos encontrar la mano de Miller en otro de los grandes éxitos, Batman Begins (2005) de Chistopher Nolan, que sin ser una adaptación propiamente dicha, toma bastante de uno de los trabajos más celebrados del autor, Batman Año 1. No sólo el planteamiento general, sino incluso algunos momentos como el torbellino de murciélagos a modo de escudo.
Otro de los nombre propios importantes es el de Alan Moore, uno de los más importantes autores del comic. Varios trabajos suyos han sido llevados al cine en esta década. Los dos primeros, especialmente fallidos. Desde el infierno (2001), que se queda en una película entretenida con cierto estilo pero muy justita que desde luego no alcanza ni de lejos el valor del original; y La liga de los hombres extraordinarios (2003), que ya directamente es un enorme despropósito. En 2005 llega V de Vendetta, que teniendo más valor, o al menos mejores intenciones que las anteriores, sigue quedando lejos de la calidad que podía alcanzarse. Demasiado influida por los hermanos Wachowski con su estilo demasiado bombástico y ya desfasado. Por fin este mismo año se estrena la adpatación más ambiciosa, la de una de las novelas gráficas más importantes -para muchos la mejor. Hablamos de Watchmen (2009) de Zack Snyder (el hábil artífice de 300), que claramente es el trabajo más interesante de todos los mencionados, pero que tampoco llega a dar todo lo que podría, seguramente porque tanto esta como las otras obras de Moore son complejas a la hora de llevarlas al cine. Una vez más tenemos que mencionar a Nolan en la misma línea que antes, esta vez con su segunda entrega de Batman, El caballero oscuro (2008), que se inspira en parte en la obra de Moore, La broma asesina, para dar forma a la personalidad de su Joker, y a sus motivaciones.
Por último, nombrar otro título (quedarán otros en el tintero). 30 días de oscuridad (2007) de David Slade, que adapta una obra estéticamente ambiciosa de Steve Niles y Ben Templesmith. Una vez más se busca una adaptación visual, en la que el estilo muy particular del cómic quede plasmado en la película. Aunque no se trata de un gran título, sí que consigue plasmar el tono.
Volver al principio
PIXAR
El fenómeno Pixar
merece un apartado propio. La compañía nos ha regalado los mejores títulos de
animación 3D y ha mantenido una atención especial en ofrecer calidad, sin caer
en el producto comercial barato para los más pequeños. A cambio ha conseguido
grandes éxitos de taquilla. Su fórmula es clara: historias dirigidas a los
niños, realizadas con la suficiente calidad artística y técnica, como para
interesar a los adultos.
Aunque ya en la
segunda mitad de los 90 Pixar estaba dando guerra con éxitos como Toy Story o Bichos, es en esta década cuándo ha ido creciendo en calidad,
dirigiendo su cine a un público más adulto, que en aquella época estaba
conquistado por Dreamworks con quien mantenía un tira y afloja (mientras Pixar
estrenaba Bichos, Dremworks atacaba
con HormigaZ, mucho más adulta,
satírica, aunque la otra ofrecía mayor espectáculo técnico). Pero vayamos ya al
2001, donde nos encontramos con Monstruos
S.A. La película fue un derroche de animación con grandes planos en movimiento,
Pixar avanzaba a toda máquina en sus capacidades técnicas y además daba algunos
pasos para seducir más al público adulto con humor más elaborado y una historia
original. En el otro lado del rin Dreamworks presentaba su propio monstruo, el
famoso Shrek, que si bien seguía
quedando por debajo en técnica, resultaba mucho más refrescante, divertida y
original.
Quizá el punto de
inflexión fue la siguiente gran apuesta de Pixar, Buscando a Nemo (2003). Aquí la compañía, aún manteniendo esas
historias tiernas y menos picantes (no olvidemos su vinculación a Disney),
ofrecía ya una película plenamente disfrutable por el público adulto. No sólo
aumentó una vez más su capacidad técnica, sino que se empleó a fondo
artísticamente. Especialmente en los colores del fondo del mar y el
comportamiento submarino. La correspondiente respuesta de Dreamworks, El espantatiburones resultaba lamentable
en todos los sentidos. Se puede decir que aquí perdió la batalla y se dedicó
desde entonces a películas graciosillas que no pretendían competir cara a cara
con el ya gigante Pixar.
A mi entender,
llega aquí la que aún sigue siendo la mejor película de Pixar, Los increíbles (2004) de Brad Bird. Nuevo avance técnico, pero
sobre todo un guión realmente maduro (aún teniendo la temática de superhéroes).
Una historia original y un gusto exquisito por un estilo retro, cercano a las
primeras entregas del agente 007, con unos escenarios memorables y una luz
digna de la mejor fotografía de imagen real, con unos atardeceres deliciosos,
unas noches tropicales en las que se siente el calor, y un gran sentido del
humor.
En 2006 se
estrena Cars, un título dirigido
básicamente a los más pequeños, con algunos hallazgos estéticos como los
reflejos en la carrocería de los vehículos o lo bien que transmite el
romanticismo de la ruta 66. Esta película representa claramente una de las
apuestas de Pixar: la caricatura. Mientras otros estudios intentan buscar un
cierto realismo en los personajes, en las películas de Pixar se sigue
manteniendo esa identidad de cartoon que no pretende ser una recreación de la
realidad sino un dibujo caricaturizado (en su forma y en su comportamiento
físico). Los coches de Pixar que son personajes son un ejemplo perfecto.
Brad Bird vuelve
a la carga en 2007 con Ratatouille,
rescatando un proyecto ya empezado por Jan Pinkava, al que quizá le faltaba un
cierto toque. Bird reescribe la historia de un ratoncito cocinero, como una oda
a la calidad en el arte sin prejuicios. La crítica quedó encantada, no es para
menos, cuando estaba representada en uno de los personajes de la película. Lo más asombroso a nivel técnico era la capacidad de mostrar los alimentos como suculentos, con un dominio de las texturas complejas increíble.
Empieza a crearse
un mito con Wall-E (2008) de Andrew Stanton, uno de los directores
de Buscando a Nemo. La primera mitad
de la película es una maravilla, aunque después pague la cuota comercial.
Finalmente la reciente Up (2009) de
calidad similar a la anterior, ha llegado a estrenarse en la inauguración de la
sección oficial del festival de Cannes. Este es el estatus que ha conseguido la
compañía, al final de una década que empezó con espectaculares películas
infantiles. Hay algo que nos da una pista de cuál puede ser el futuro de Pixar
en la segunda década: Brad Bird está preparando una película de imagen real, 1906. Veremos si también en ese terreno
Pixar sigue ofreciendo calidad.
Volver al principio
LAS MEJORES
PELICULAS
Para terminar,
dejo aquí una lista sin ningún orden, de cuáles son en mi opinión las películas
más interesantes de esta primera década. Seguramente quedarán muchas en el
olvido. Confío en que sean de ayuda al lector para descubrir o redescubrir
algún buen título, y espero que este repaso que he dado al nuevo cine haya sido
de su agrado.
The Dark Knight
Batman Begins
Memento
El truco final
Ciudad de Dios
Los increibles
WALL-E
Amelie
El ladrón de
orquídeas
Confesiones de
una mente peligrosa
Olvídate de mí
Malditos
bastardos
Kill Bill
Requiem por un
sueño
La fuente de la
vida
El hundimiento
Sin City
Pozos de ambición
Embriagado de
amor
Donnie darko
La escafandra y
la mariposa
Memories of
murder
Oldboy
La última noche
Sunshine
28 días después
Hijos de los
hombres
Primer
La joven del agua
El aviador
The Departed
Tropic Thunder
Match Point
REC
La vida secreta
de las palabras
Mi vida sin mí
Dai Nippon
Jin
La vida acuática
con Steve zissou
Los tenenbaums
Factotum
La pianista
Caché
A cock and bull
history
Las horas
El lector
Irreversible
Million Dollar
Baby
El secreto de Vera Drake
Hable con ella
Cinco minutos de gloria