Acaba otro año, que también es el final de una década. Hace unos días publicaba mi visión de esta década, pero eso no quita para que haga mi repaso a las mejores películas del año, como ya hice al final de 2008. Quizá este año no ha tenido ningún título que despuntara tanto como el anterior (El caballero oscuro, La escafandra y la mariposa, Pozos de Ambición), de hecho sólo tres veces he premiado la película con la nota máxima; aunque por otro lado, puede que el nivel medio sea mejor. Hablamos siempre de películas estrenadas en cines en España en 2009.
La película más interesante del año, a mi entender, es El lector de Stephen Daldry. La película se desenvuelve lentamente mostrando su verdadero objetivo a mitad del metraje. Posee una fotografía exquisita del gran Roger Deakins, y sobre todo, una impecable interpretación de Kate Winslet, que le valió un Oscar (en EEUU se estrenó en 2008). Un cine maduro, sin tapujos y repleto de matices. Un buen acercamiento a un tema muy delicado.
Curiosamente,
para hablar de la segunda mejor película del año, sigo con Kate Winslet. Revolutionary Road de Sam Mendes. El genial director consigue
aquí su mejor película después de Camino
a la perdición. Ambas películas se parecen un poco en cuanto a que una de
sus mayores bazas es el matiz en las interepretaciones. Leonardo DiCaprio ejecuta aquí la que considero la mejor
interpretación del año, con un personaje con caras ocultas y palabras no
dichas. Mendes vuelve a adentrarse en el pequeño universo de la pareja,
situándolo en los años 50 para a diferencia de su alabada American Beauty, buscar distancia y perder la limitación de la
contemporaneidad. Si bien la película en parte nos habla de los problemas
sociales de entonces, también es una historia sobre los sueños sepultados bajo
el rodillo de la sociedad.
A cierta
distancia de la calidad de las anteriores, pero aún muy merecedora, encontramos
a 500 días juntos, de Marc Webb. Se trata de una pequeña
película, una comedia romántica que sabe desembarazarse de los viejos tópicos,
desmitificar convenciones sociales, pero que al mismo tiempo, no se presenta
como una ruptura excesiva ni un producto estrambótico. Sabe beber de un modo
natural de los mejores cineastas que han tratado el tema de la pareja desde un
punto de vista ligero. Divertida, original y con estilo. Le saca partido a
todos los recursos que tiene a su disposición.
Por diferentes
cuestiones, hay algunas películas a las que no quise premiar con la quinta
estrella, pero, hay tres en concreto que situaría al mismo nivel. Una de ellas
es El luchador de Darren Aronofsky. La película supone
ante todo, un visible cambio en el estilo del director, un giro hacia una
corriente dominante del cine independiente. Pero el peculiar cineasta no pierde
su gusto por lo grotesco, y por llevar a su personaje al extremo del patetismo,
como ya hiciera en Requiem por un sueño.
Una interpretación excelente de Mickey
Rourke, intensísimo, y con un personaje tan cortado a su medida, que en
parte representa su propia carrera.
No podemos olvidarnos
del gran Quentin Tarantino, que
sigue ofreciéndonos platos deliciosos. En este caso hablamos de Malditos bastardos, una película
dividida en varias partes (como ya es habitual) que busca representar
diferentes géneros. Esta variedad, a menudo, no supone una baza positiva, pero
lo que está claro, es que encontramos algunas secuencias absolutamente
brillantes. Muestras del mejor talento del excelente director. Gran fuerza
visual y un buen reparto, con personajes interesantes.
Y termino este
apartado selecto con una película francesa, La clase de Laurent Cantet.
El reconocido director francés firma aquí su mejor película, con una recreación
hiperrealista del entorno educativo. Rodada con técnicas de improvisación y con
actores no profesionales, Cantet consigue transmitir una sensación de
credibilidad absoluta, a la vez que nos muestra una versión mucho más creíble
del profesor entregado, que sus equivalentes en el cine americano.
Una de las
películas polémicas del año es Anticristo de Lars Von Trier. Amigo de la
provocación, el inquieto director danés nos presentaba esta película con
violencia muy explícita y animales parlantes. Fuera de todo esto, la película
contaba con algunas de las imágenes más bellas que hemos podido ver este año, y
con una profunda carga simbólica directa al inconsciente.
La película de
cinecia ficción del año es, sin duda, Moon de Duncan Jones. Su tono indie le aporta un aire diferente, renovado, que repara
más en los pequeños detalles cotidianos del ser humano que en la parafernalia
científica. Estilizada y muy inteligente en cuanto al comportamiento de los
personajes. Una ópera prima de un director muy prometedor, que desgraciadamente
apenas ha tenido distribución en nuestro país.
Otra revelación,
en este caso englobada dentro del cine de fantástico ha sido la sueca Déjame entrar de Tomas Alfredson. Una historia que trata explícitamente sobre el
mito vampírico e implícitamente abarca muchos de los problemas de la sociedad
sueca, como el bullying o la violencia doméstica. Sin dejar de ser una
entretenida historia fantástica, sabe ser profunda y entrar a fondo en
cuestiones muy serias.
La última
película de Michael Mann, Enemigos públicos, ha sido otra vuelta
de tuerca al cine rodado en digital. El director viene trabajando este nuevo
formato desde sus inicios, y con esta película lo lleva al extremo,
despreciando a veces la sobriedad de la imagen para conseguir un tremendo
realismo. El espectador se sitúa en pleno centro de la acción, y el dinamismo
de los planos es frenético. Una historia algo convencional, pero que resulta
refrescante gracias a su forma
Una curiosidad
que nos ha llegado desde Israel es Vals
Con Bashir de Ari Folman.
Se trata de un semidocumental de animación que nos habla sobre los caprichos de
la memoria, la del cerebro pero también la memoria histórica. La masacre de
Sabra y Chatila es el centro del relato, aunque su enfoque se dirige
especialmente al comportamiento del soldado y a sus consecuencias psicológicas.
Todo ello envuelto en una animación de estética exquisita.
Siguiendo con la
animación, no podemos olvidarnos de la primera división. Este año el estreno
del gigante Pixar ha sido Up de Pete Docter, consiguiendo convertirse
en la película inaugural del festival de Cannes (mientras la productora era
reconocida con un premio en el festival de Venecia). Si bien este nuevo trabajo
vuelve a cojear por la necesidad de Pixar de mantenerse como gran éxito
comercial para toda la familia y tenemos que aguantar mucho metraje tonto, vale
la pena taparse la nariz a ratos para poder disfrutar de algunos de los mejores
momentos de animación de la historia.
Y para terminar,
un pequeño gesto para el cine español con Celda
211 de Daniel Monzón. Un año
económicamente positivo pero quizá más flojo en cuanto a calidad para nuestro
cine. Esta película destaca, haciéndose un lugar en la taquilla a la vez que
mantiene su calidad. A pesar de algunos problemas notables en el guión, resulta
refrescante la manera en que desarrolla un género típicamente americano sin
desmerecer o resultar artificiosa. Es capaz de aunar la realidad de nuestras
cárceles con una trama de género absorbente. El trabajo de Luis Tósar es impecable.