La noticia aún está calentita. Paul Greengrass dirigirá la nueva adaptación de 1984 de George Orwell. Considerada como una de las tres grandes novelas distópicas de la primera mitad del siglo XX (junto con Un mundo feliz y Fahrenheit 451). Lo que yo me pregunto es si tiene sentido una adaptación en nuestros días, principalmente si es más o menos fiel -en realidad, no sabemos nada de por dónde irán los tiros, pero no se ha indicado que vaya a ser una adaptación libre.
La novela
A estas alturas creo que casi todo el
mundo sabe de qué va la novela, por lo menos a grandes rasgos. Sin
entrar en detalles de la trama, hablaré del contexto. Una dictadura
fuerte, en el futuro, en la que las libertades individuales han
desaparecido. Todos los ciudadanos son vigilados por cámaras, y se
demuestra adoración reverencial a un líder, el Gran Hermano. La
novela hace un análisis de los métodos dictatoriales, la paranoia
de delación, la anulación del pensamiento crítico, etc. Está
escrita en los 40 y tiene mucha inspiración del régimen
estalinista.
Adaptaciones
La última adaptación oficial que
hemos visto en cine se estrenó precisamente en 1984. Se encargó de
ella un artesano como Michael Radford, con John Hurt de protagonista.
No pasaba de correcta. Antes, en los años 50, hubo una película
para televisión de la BBC con Peter Cuching de protagonista; y otra
para cine dirigida por Michael Anderson (La vuelta al mundo en 80
días, La fuga de Logan). Pero sin duda la más conocida
es la de Radford.
En la adaptación de Radford, la
estética está claramente inspirada en la Unión Soviética, tomando
la misma idea de la novela. Aunque por su fecha de estreno,
deberíamos decir que la película está ambientada "en la
actualidad", se obvia la cuestión, confiando en que el espectador
se abstraiga de la fecha y lo entienda como un futuro relativo.
No ha habido más adaptaciones
oficiales pero sí que hay muchas películas que tienen una clara
inspiración. La más evidente quizá sea Brazil, de Terry
Gilliam, estrenada un año después, en 1985, con una sociedad
controlada por completo por el estado. Además, utilizaba una
estética dieselpunk (mezclar ambientación futura con tecnología de
la primera mitad del XX) con lo que se situaba muy claramente en el
punto de vista de una historia ideada en los años 40. En esto,
Gilliam fue mucho más audaz que Radford para salvar un planteamiento
que en algunos aspectos se estaba quedando atrás.
Antes que ellos, en 1971, George Lucas
rodó su particular distopía, THX 1138, que tenía una
similitud considerable, al menos en el contexto social. Los Wachowski
han tratado temas similares, en V de Vendetta (de Alan Moore)
y en uno de los episodios de El atlas de las nubes. Incluso,
en la reciente Snowpiercer de Bong Joon-ho, podemos encontrar
elementos de control social y lucha de clases, que nos pueden
recordar a la novela. Y curiosamente, o no, también participa John
Hurt. Por último, comentar la delirante versión humorística que
rodó Woody Allen: El dormilón. Lo cierto es que tres de las
primeras obras de Allen giran en torno a la misma idea de dictadura,
pero esta es la que está ambientada en el futuro y remite muy
directamente a la novela con detalles explícitos.
La cuestión es que no solo ha habido
ya tres adaptaciones oficiales, si no que la esencia de la novela ha
sido ya asimilada por montones de películas posteriores, en mayor o
menos medida de las que solo he nombrado unas cuantas. ¿Tiene
sentido volver al origen?
El primer problema es la fecha, 1984,
que lejos de ser futuro, han pasado ya 30 años. Y no es una simple
cuestión numérica, no basta con buscar otra fecha en el futuro o
recurrir de nuevo a la ucronía como hiciera Gilliam. Es más bien un
problema de progreso superado. A nivel tecnológico, todos los
aspectos que se tratan en la novela son casi una cuestión cotidiana.
Vivimos en la era de Internet, donde cualquier móvil es una cámara
conectada a la red. La técnica que se plantea en la novela como una
idea futurística hoy es el pan de cada día. En cuanto al aspecto
político, lo cierto es que estamos rodeados de cámaras. Esto ya lo
explotó Tony Scott en 1998 con Enemigo público y ahora, con
coches de Google fotografiando todo nuestro entorno, es cada vez
menos lejano. El control en los aeropuertos, nuestro rastro digital, la NSA espiando, Wikileaks... Y sobre todo, las redes sociales. Por qué iba el gobierno a
empeñarse en socavar nuestra intimidad si ya lo hacemos nosotros por
ellos. Instagram es 1984. Google es 1984.
Y si pensamos en la situación internacional, tenemos ejemplos mucho
más adecuados que el de Stalin. ¿O acaso la realidad no supera a la
ficción en el caso de Kim Jong-un, el "querido líder"? ¿Qué
queda por buscar en el futuro si la realidad ya nos ofrece la
tecnología y los ejemplos políticos?
Gran Hermano
Y por encima de todo, el gran hermano.
Las nuevas generaciones asociarán más fácilmente el gran hermano
al aburrido reality que a la célebre frase de la novela "El Gran
hermano te vigila". Haced la prueba: escribir en Google "Gran
hermano te..." y veréis que os sugiere "Gran hermano Telecinco".
El primer Gran Hermano se emitió en Holanda en 1999, es posible que
alguien que esté leyendo esto no haya conocido un tiempo anterior a
él. A lo que quiero llegar es que, si se va a hacer una adaptación
fiel, será difícil no mencionar la mítica expresión, y hoy en
día, lo más probable es que provoque risa.
Hemos interiorizado como algo
absolutamente normal el hecho de que personas estén siendo
observadas las 24 horas al día por todo el país. ¿Os acordáis que
en los 90 sonaba a algo transgresor? Por no hablar de otras
evoluciones más extremas de este tipo de programas. Lo futurista
sería llevar al cine la idea que se ha planteado ya, también en
Holanda, de Mars One, un Gran Hermano en Marte.
Escapar del original
En tanto en cuanto la adaptación sea
menos fiel, el resultado creo que puede ser más satisfactorio,
aunque por supuesto, un ejército de talibanes orwellianos rumiará.
Y entiéndase orwellianos por su pasión por George Orwell y por su
condición gregaria. Creo que es clave que se cambien los términos,
en especial el de Gran Hermano. Y sobre todo, es importante que se
busque una mirada desde nuestro tiempo, a un futuro bien distinto al
que imaginó el escritor y necesariamente más cercano, incluso
presente. La trama de la novela no es precisamente lo más
interesante, de hecho es bastante sencilla. Es el planteamiento de
contexto, la sátira, el análisis el que tiene valor.
Cambiarlo todo será probablemente la
manera más razonable de mantener la esencia de la novela que, eso
sí, sigue siendo perfectamente actual. La política exterior
agresiva como una manera de mantener la cohesión interna, la
aniquilación del pensamiento crítico, la propaganda. Greengrass,
quien por cierto es un director bastante más centrado en el realismo
político y en los hechos reales, debería idear una obra mucho más
anclada en nuestro tiempo. Centrada en un planteamiento realista y no
lejanamente futurista, como fue la novela. De lo contrario, solo
tendrá un homenaje reverencial a una novela demasiado importante
como para deconstruirla.
Veremos.