La idea de crear el blog de los precríticos era acentuar una tesis que siempre he defendido con respecto a la página como una primera persona
del plural compuesta por el sumatorio de varias primeras personas del singular.
Además, era una ocasión inmejorable para que cada precrítico pudiese, en la
medida que quisiera, conciliar su carne
vieja, la persona que quiere dejar apartada en la sombra de un seudónimo, y su
carne nueva, la personalidad que se destila de cada aparición en la web. La
persona y la personalidad devienen, de esta manera, en vasos comunicantes. Mi
decisión ha sido siempre la de primer la personalidad sobre la persona en esta
web. Generalidad de la que hoy haré mi primera excepción y, quién sabe, si será
la única.
El recientemente fallecido José Saramago, escritor al que le
profeso una admiración especial, lo resumió de manera extraordinaria. ¿Qué pasa
con la muerte? Primero estás, y luego de pronto, ya no estás.
No deja de ser una conclusión empírica y centrada, quizá, en
lo meramente físico. Aunque bien es cierto que no he podido evitar sentirme de
esta manera cuando pasó. Primero estabas, y luego de pronto, ya no estabas.
Y es que me resisto a creer que todo se circunscriba a esa
frase. Es por ello que he aprendido en estas semanas a saber que sigues, claro
que sí, muy dentro de mí, alumbrando recuerdos de una cinefilia naciente. De un
sentimiento de fervor hacia ese día a la semana que dedicábamos a ir al
videoclub y alquilar esas cintas BETA. Antes de que la picazón se convirtiese
en la pasión que ahora mismo tengo con respecto al Cine, tú, sin saberlo, me
hiciste vibrar con toda la saga de James Bond, con las películas de Bud Spencer y Terence Hill, con las películas de alemanes, con tus desvelos por llevarme al
cine cuando era pequeño con mis amigos aunque el cine ya no fuese una prioridad
para ti, sino un buen momento para echar una cabezada. Tú, que perteneciste a
esa generación que dio sus primeros pasos en la vida con sesiones dobles,
buscando en la oscuridad de la sala coger la mano de ella, evadirse de la época
que os tocó vivir, que os llevó a sentir empacho de cine a los cuarenta y de
sentir, en contra de lo que decía la publicidad, que siempre echaban las mismas
películas.
Ya no estás físicamente, pero yo sigo disfrutando de tantos
recuerdos buenos y malos que pasé junto a ti con el cine de por medio. Eso sí,
con una de alemanes o vaqueros, en estos últimos meses en los que tan duramente
has luchado contra lo invencible, como ese sheriff amante de la verdad y la
honestidad abandonado a su suerte por el cruel destino en mitad del salvaje
oeste, como el aguerrido soldado guiado por el honor y la rectitud luchando
contra el malvado enemigo nazi, como el elegante e inteligente agente 007.
Puede que en lo físico tuviese razón el bueno de Saramago,
pero ahora lo que sí que tengo claro contigo es que primero estabas, y luego de
pronto, te volviste eterno.