Estoy en Londres. ¿La razón? Sólo turismo, que ya toca después del viaje a Sitges sólo por el festival. Y, quizá no me crea nadie después de tanto festival, pero el caso es que paseando por Leicester Square, descubro para mi asombro que en esos momentos se estaba celebrando el festival de cine de Londres. Es el destino. No es uno de los festivales más importantes, pero tiene ya su solera, hablamos de la edición 53, y no deja de ser Londres, una ciudad lo suficientemente importante para hacerse un hueco. Así que llega el momento de correr a una de esas cabinas rojas tan monas y ponerme el traje de Sherlock (y eso sin ir a Baker Street), el precrítico no descansa.
Se estrena aquí la última película de Wes Anderson, The fantastic
Mr. Fox, lástima que ya ha pasado, era la inauguración, un par de días
antes. La mayoría de las películas se han podido ver en otros
festivales (precisamente había varias que ya estaban en Sitges), muchas habían
pasado ya por San Sebastián. Esto último me quedó claro cuando vi uno de esos
transportes de películas habituales en los festivales, y una de las cajas llevaba
una etiqueta del Zinemaldi.
Después de que malas informaciones en taquilla mareen
demasiado la perdiz, termino consiguiendo una entrada desde un cyber, para la
última película de Todd Solondz.
Otras del día como Enter the Void o The Road, ya estaban agotadas. Esta
película ya se pudo ver en el pasado festival de Venecia. El cine en la citada
Leicester Square, una plaza de ensueño para un cinéfilo, pues cuenta con nada
menos que cuatro cines, además de estar en pleno centro de lo más interesante
de la ciudad. En el suelo, las clásicas manos inmortalizadas de muchos grandes
artistas (como Nicolas Cage, que seguro que puso las manos en el molde con
alguna mueca exagerada).
La película es interesante, con el patetismo esperado de
Solondz, aunque algo irregular. Desde luego, no la cuento entre sus mejores
películas. Mi postcrítica ya está publicada. Me quedo con ganas de mucho más,
pero he estado demasiado despistado. La sensación que me queda de la calle es
que este festival es sólo uno de tantos eventos más en una ciudad que no para,
donde se anuncian más los musicales del westend que el festival de cine.
Películas interesantes aunque pocas de estreno. El pequeño acontecimiento
termina para mí, vuelvo a mi identidad secreta y sigo mi camino, visitando el
Tate Modern.