Coinciden todos los plumillas desplazados a San Sebastián que The equalizer era lo de menos, pero que además ha sido muy de menos. Una película sin nada que destacar, cuyo motivo de ser en el marco del Zinemaldia no era otro que acercar a Denzel Washington a suelo guipuzcoano para recibir el Premio Donostia.
Y Washington, eso sí, ha cumplido con creces con su papel de estrella del firmamento usamericano. Hay cosas que se tenía muy estudiadas. Otras no, de acuerdo: en efecto, San Sebastián no está en el Mediterráneo, querido Denzel.
Pero sí venía con la lección aprendida cara a sus fans: no ha perdido la oportunidad de repetir cuánto le ha emocionado descubrir la "pasión" del público donostiarra, de los fans que aquí ha encontrado. De manual de estrella, capítulo 1.
El actor, que llegó en camiseta y gorra deportiva para pasar a ser el Denzel que conocemos de la gran pantalla (traje y camisa oscura) ya en plena gala, siguió con cumplidos del estilo: "no sé hablar español, pero mi corazón lo es".
En la rueda de prensa tuvo que lidiar con otra cuestiones; de maliciosas ("¿qué voy a beber?, agua") a previsibles (no, no va a interpretar a Obama, y además estima que es demasiado pronto para hacer una película sobre su figura).
Con Denzel ha llegado el primer Premio Donostia del año, que como sabemos tendrá un segundo capítulo este año con la presencia de Benicio del Toro, un habitual del certamen donostiarra.