Crítica de la película Enemigos Públicos por Iñaki Ortiz

Balazos al espectador


4/5
21/08/2009

Crítica de Enemigos Públicos
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Cuidado, que me dan. Esa es la sensación que sentía como espectador al estar enfrascado de lleno en los tiroteos que plantea Michael Mann. Esto está conseguido a varios niveles. En primer lugar, creo que nunca había oído en una sala de cine unos balazos tan reales. El trabajo de sonido es excepcional y completamente aventajado del resto del cine de acción. En segundo lugar, por supuesto, la inteligencia de las composiciones. Pienso, por ejemplo, en la escena del bosque, un plano desde dentro de la casa y una bala atravesando al cristal hacia nosotros. Todo ello, sin ningún adorno circense, sino directo, en la línea del cine de acción actual, pero con un trabajo detrás mucho más complejo. Aún hay una razón, tan importante como las otras dos, para poder sentirte dentro de este derroche de artillería, y esta razón hay que buscarla fuera de las técnicas del cine de acción. Me refiero a la inmersión en el Cine, a secas.

De lo que estoy hablando es de la técnica con la que está rodada esta película. Yo digo técnica, alguno me dirá que es algo más y estará seguramente en lo cierto. No se trata sólo de cambiar una cámara por otra, de una mera sustitución a nivel de soporte. La elección del digital lo cambia todo. Primero, por la extrema libertad que le da al director y que es apreciable casi en cada plano de la película. La cámara está siempre dentro. Grabando en picado al hombre que agoniza arrastrado por la carretera (impresionante plano), en otras ocasiones pegadísima a Dillinger, o grabando un aterrizaje desde arriba en vez de desde abajo. Además, se permite el lujo de grabar tantos planos como quiere para adornar el montaje, planos casuales, inesperados. Gracias a esto, la integración del espectador es absoluta, y por ello mismo, cuando llegan las escenas de acción, no asistimos a monótonas colecciones de tiros, sino que casi nos ponemos a cubierto. Algo que también ayuda a este realismo es la textura de la imagen. Siempre resulta más creíble una grabación en digital. Una textura de la que Mann en ningún momento pretende escapar, sino, más bien al contrario, potenciar, sin por ello perder calidad o parecer barato. El resultado visual es excelente y es nuevo.

Pero el realismo no es el único objetivo conseguido con éxito. Esta libertad de grabación consigue apoyar a un ritmo estupendo que se mantiene durante todo el largo metraje. El guión no es el punto fuerte, en cuanto a que resulta convencional (el héroe pícaro pero con principios nobles, el policía incansable, la chica enamorada...), pero no flaquea demasiado en ningún aspecto. Es sólido, y contiene elementos interesantes. El valor de la imagen pública, el fracaso de las buenas prácticas policiales que terminan recurriendo a los medios más antiguos. Quizá uno de los más interesantes es el flirteo con el cine de la época (curiosa coincidencia que en España aquella película se tradujera como Enemigo público número 1). El parecido entre Johnny Depp y Clark Gable es asombroso, y por supuesto, nos lleva a la pregunta ¿es Dillinger quien se parece a Gable o viceversa? Seguramente será un poco de cada. Y Depp, ¿se parece a Dillinger pareciéndose a Gable? Además resulta un interesante contraste entre dos tipos de cine que hacen a este aún más realista.

La muerte del protagonista es un broche de oro para la película. Porque está rodada con la potencia que merece, y porque Johnny Depp demuestra por qué es uno de los mejores intérpretes en activo aunque sus 10 últimos trabajos hayan sido pura rutina desechable. La mirada que asusta a su verdugo, la intensidad animal de su gesto implacable... eso vale por mil piratas, Charlies y barberos. Sigue siendo uno de los grandes, consigue subir enteros a la película y dar sentido al personaje gracias al carisma que rezuma de principio a fin.

Una excelente realización y un reparto impecable, que rodea a un guión correcto pero sin sorpresas. Voluntariamente clásico, homenaje al cine de entonces, a sus héroes y los mecanismos de aquel género, pero con la mirada digital del siglo XXI y su potencia.



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