El adjetivo de experimental, desde
luego, no se lo quita nadie. El planteamiento es original, los medios
muy precarios, y el tono de lo más informal. Planos dilatados, casi
tan interminables como los de Tsai Ming-Liang (especialmente
irritante es el de los pescadores). Aunque no se les puede negar, eso sí,
la poética de sus imágenes, especialmente las del incendio nocturno
con la carretera casi negra, las luces y demás. Alcanzan casi una
atmósfera de thriller, especialmente cuando para el coche de
delante. Los planos rodeados de agua son también muy agradecidos.
Sus diálogos, expuestos a través de
subtítulos, casi siempre off-topic, suponen la verdadera
vértebra de la narración. Su dejadez, la manera en que restan
importancia, o incluso desprecian sus propios contenidos pueden
resultar algo irritantes. La clave es que cuando uno empieza a estar
un poco harto de tener la sensación de que le toman el pelo, cuando
el tedio empieza a ser acuciante, cuando te planteas lo que aporta
este documental en referencia a su temática; son los propios
realizadores los que plantean la cuestión de forma explícita. ¿Han
sido respetuosos con las gentes del pueblo? ¿Les interesa de verdad
el tema central? Su fracción interna (sea real o ficticia), muestra
una respuesta igual de fraccionada, con un dos a uno a favor del arte
cinematográfico puro, sin compromiso social. El tema principal que
aquí mucho más claro.
Echo de menos un poco más de talento a
la hora de integrar los "descartes" con la grabación "normal",
quizá le falta fluidez. Por lo demás, una pieza audiovisual
interesante, que tiene poco de documental y que quizá es más propia
para la sala de un museo.