Crítica de la película Amor por Romulo

Seis letras bastarían para cerrar la precrítica, y son las que dan título a este texto. Vengo a hablar de ella muy poco después de que lo haya hecho mi compañero Sherlock y, sencillamente, estoy muy de acuerdo con lo que expone y anticipa pero también convencido de que esos mismos argumentos, como ya le dije a él, sirven para iluminar la quinta estrella.

Haneke es una de las vacas sagradas de la cinematografía mundial, un observador implacable y un narrador de mirada casi clínica. Es un amasador de admiraciones y Fiprescis. Un creador de curiosidad fría y continua. Un nombre clave pero nunca en clave.

Su interés por esta historia de amor en la ultimísima de las edades del ser humano no puede ser una mirada más; con Haneke uno acepta que, como espectador, va a estar indefenso y desnudo desde el primer instante. Ante el cine de Haneke uno debe aceptar que, al menos mientras dure la película (y seguramente durante el no poco tiempo posterior que nos invadirá, en reflexión) habrá que hacer frente al dolor y a la constatación de lo inevitable. A menudo, también hay belleza. Pero esto no es, en cambio, imprescindible.

De las perlas de otros festivales que el Zinemaldi ha conseguido captar este año, esta probablemente es la más relevante.