Gustave de Kervern y Benoît Delépine. Dos directores que, juntitos, ya consiguieron nada menos que el premio Fipresci. Lo cierto es que éste es prácticamente todo el bagaje al que nos podemos agarrar para intentar comprender ante qué nos encontramos, además de ante otra película de la Sección Oficial del Zinemaldi. Esto, claro, es poca información. Nada, como quien dice.
Nos llega pues un film de elementos desconocidos, y seguramente de presupuesto modesto. Probablemente su apuesta consistirá en una pretendida originalidad (como bien señala en su precrítica mi compañero Sherlock) pero también en el intento por dotar a la narración de un fuerte carácter, una imagen peculiar, eso que viene llamándose una personalidad propia, un marcado estilo visual. Hacerse con un nombre propio.
Ahí puede residir el interés de una película que difícilmente será redonda, pero probablemente resultará interesante; en el mejor de los casos, con fortuna, podemos encotrarnos una película estimulante.
En pantalla, además del veterano Albert Dupontel, actor peleón al que vemos aquí y allá, casi en todas partes (refiriéndonos, claro, exclusivamente al cine francés), disfrutaremos a Yolande Moreau como absoluta protagonista. La vimos en Paris je t'aime, en divertida y breve aparición.
Una de esas incógnitas que caracterizan al Festival de San Sebastián.