La huella de Mankiewicz era puro teatro. Bien llevado por su director, con gran pulso, gran ritmo, pero después de todo puro teatro, además de pura farsa y, como la propia película evidenciaba (se recreaba, más bien) puro juego. Y los jugadores eran el gran Lawrence Olivier y el insuperable Michael Caine.
La huella de Kenneth Branagh va a tener poco de juego. Maticemos: al menos, entendiendo la palabra 'juego' en su sentido más lúdico. Esta nueva versión será más tensa, con una atmósfera más viciada y no sé si más viciosa, muchísimo más intensa y, desde luego, menos teatral -y veremos si también menos teatrera. Eso sí, todo esto no quiere decir que vaya a ser ni mejor ni peor.
En cualquier caso, Branagh acierta huyendo del estilo de la original. Porque para hacer fotocopias están las máquinas y porque aquella película jocosa, tal como era, no tendría sentido hoy día. La huella de Branagh jugará muchísimo más en los silencios, en las miradas, en las peligrosas cercanías y en los asustados alejamientos. Y menos en las soberbias parrafadas de sus soberbios protagonistas.
Para ello tiene, primero, a Harold Pinter, nada menos que un Premio Nobel de Literatura que habrá recibido premisas muy claras por parte de Branagh. El director británico es un tipo con mucha querencia a lucirse en sus encuadres, a veces demasiado, y le habrá dejado bien claro a Pinter que quiere una película, no una obra de teatro. Y esto también será aplicable a los nuevos diálogos: reales, directos y creíbles. Así lo espero.
Y para seguir, tenemos de nuevo al insuperable: Michael Caine. Él se ocupa ahora de retomar el rol que interpretó Olivier, y en su lugar aparece Jude Law. Por aquí es evidente que la película no va a flojear, más bien todo lo contrario: sus dos fantásticos protagonistas son un seguro de que, aunque solo sea por eso, la película merecerá la pena.
Porque Law y Caine, es sabido, tienen una fantástica relación amistosa, quizás porque Law parece emperrado en ir siguiendo el camino que Caine ya tomó cuando tenía su edad. Ojalá acabe llegando siquiera cerca de lo que el veterano actorazo británico ha conseguido. Será señal de que para entones Law habrá hecho cosas fabulosas. Pero más allá de ese compadreo y esa amistad, un partido es un partido, y cuando el árbitro pita el comienzo los dos habrán querido ganar. La huella es un duelo en todos sus registros, y el de la actuación es uno de los más evidentes. "Michael Caine está mejor", dirán unos; "pues a mi me ha gustado más el jovencito, ¿cómo se llamaba?", rumiarán otros. Los dos habrán salido a por todas. ¡Gran pique!
Ojalá Pinter y Branagh estén a su altura. En Venecia gustó, por mayoría. Buena señal, tratándose de un remake de una peli clasicota tan querida por la vieja crítica.