Los premios en grandes festivales no garantizan nada, pero siempre son un buen punto de apoyo a la hora de acudir al cine, sobre todo si se trata de ver una película como la que ahora nos ocupa. En Sundance parecen gustar los dramas sociales, historias sobre marginalidad, pobreza y desfavorecidos, pero no puede decirse que en su pasada edición estuvieran muy acertados al otorgar el gran premio del jurado a una película como Padre Nuestro, de Christopher Zalla. Es por eso que la opera prima de Courtney Hunt debe acogerse con cierto entusiasmo pero manteniendo las distancias. No obstante, hay grandes esperanzas puestas en esta producción indie de altos vuelos.
El trhiller es un género que puede funcionar perfectamente combinado con una atmósfera austera y contenida, como ese río helado al que hace mención el título de la película y que amenaza con romperse en cualquier momento. Efectivamente, la referencia a Fargo es casi obligada. La presencia de buenos actores está garantizada. Melissa Leo (21 gramos, Los tres entierros de Melquíades Estrada) es una de esas actrices de carácter, capaces de sostener con su interpretación el peso de una película. Más dudas produce su compañera de reparto, una poco conocida Misty Upham. Tampoco hay que desdeñar la presencia de Mark Boone Junior, un actor que ha trabajado a las órdenes de gente como Christopher Nolan, Steve Buscemi, David Fincher o John Carpenter. Sus apariciones en films de éxito se cuentan por decenas. Una cosa es innegable: Algo debe tener esta película para haber cautivado sin remedio a un director como Quentin Tarantino.