Crítica de la película Louise-Michel por Romulo

Esta película no se parece en nada a lo que podría haber esperado de ella. Es un trabajo nacido con vocación de chorrada, un cúmulo de gags y chistes directísimos que se saben producto intrascendente y que, como tal, simplemente buscan funcionar con simplicidad y eficacia para encontrar la carcajada del espectador.

Y de nuevo, como tal, funciona. No es más. Pero tampoco es menos. Como recogía acertadamente mi compañero Sherlock en su postcrítica, no hay demasiados elementos destacables en el film más allá del propio humor: la dirección es plana, e incluso lo que en otra película pudiera ser una elección estética interesante aquí siempre acaba siendo una elección al servicio del gag: La cámara fija que deja la gracieta fuera de plano, recurso repetido ad nauseam durante el metraje, es el ejemplo más evidente.

Así que, ya puestos a hablar de humor, qué duda cabe que Louise Michel sabe dejar claro desde el primer instante qué ofrecerá al espectador: Su introducción huye de sutilezas y funciona como un breve entrante la mar de divertido. El espectador, sorprendido, ríe a gusto.

Durante un buen rato el nivel sigue alto, a buen ritmo. Todo tipo de coñas sobre la crisis económica, el despido masivo de trabajadores en fábricas, inmigración ilegal y demás se suceden con cierto desdén y mucha retranca. De lo más sanote, el asunto. Lástima que cuando la película deviene en un viaje europeo de la mano de sus dos protagonistas, asentando los golpes de humor sobre su relación, todo decae: ya no es tan gracioso, las carcajadas son menos habituales, y la película es ya menos peculiar.

Afortunadamente los directores aciertan a retomar algo de pulso en el tramo final, para cerrar la proyeccion con buen sabor de boca y con esa secuencia post-créditos, con Albert Dupontel escenificando en dos segundos lo que es la película: una divertida locura sin demasiada cabeza.