Se puede hablar de decepción con un film que genera altas expectativas. Quizá ante Wall Street: El dinero nunca duerme no se puede hablar de decepción, por lo tanto, ya que gran parte de la prensa desplazada a la Croisette acudía al pase con mucho escepticismo. Escepticismo finalmente confirmado.
La película supone el regreso de un personaje clave del cine de los 80: Gordon Gekko, el tiburón de la bolsa interpretado por Michael Douglas. El realizador Oliver Stone lo recupera sacándolo literalmente de la cárcel. La idea, obvia: Trasladar el cínico retrato ochentero por una adaptación a la hundida y caótica situación económica actual.
Sin embargo, la crítica presente en Cannes ha señalado que la visión y argumentaciones de Stone, pretendidamente críticas, son realmente ingenuas e inocentes, en la línea de sus ya frecuentes diatribas contra el sistema capitalista. Para colmo, las primeras críticas señalan que el director norteamericano insiste con su ya habitual frenético estilo de montaje, para caer en símbolos y paralelismos "simples y evidentes" en una película que acaba por tener "poco contenido".
Al menos, la proyección ha servido para que casi unánimemente se aplauda el trabajo de Michael Douglas, del que muchos han señalado que se muestra como una presencia imponente en la película, en la piel de uno de sus personajes más recordados.