Para mucha de la crítica convencional desplazada a Cannes, el día de ayer era casi un día de descanso. Se proyectaba sólo una película en Competición, Tehilim, de Raphael Nadjari, que tuvo una muy fría acogida -me pregunto cuántos periodistas habrían acudido a la proyección-.
Sobre su película, el director comentó lo siguiente: «No se trata de un estudio sociológico. Trato de realizar un entendimiento espontáneo de la dimensión dialéctica del Judaísmo más allá de sus diferentes comunidades».
El día festivo sólo se vio roto por la premiére de esa especie de película de autocomplacencia que la gerencia de Cannes le encargó a la flor y nata de la cinematografía mundial, Chacun son cinema. La acogida fue entusiasta y el aplauso unánime.