El hecho noticioso es claro: a fin de "aligerar la gala" de los Goya, la Academia está a un paso de cargarse los cortometrajes. Si el argumento oficial es este, más de uno encontrará rápidamente otras opciones: ¿Por qué no se cargan la arenga antiyanqui con la que siempre inician la gala? Es infinitamente más aburrida. O, puestos a aligerar minutaje, que se lleven por delante los chistes de dudoso humor que, por norma, trufan el evento por doquier, de cabo a rabo. A menudo las paradas para publicidad son un auténtico alivio, con esta gente.
Desde luego, los grandes amiguetes de este Nuestro Cine, con sus caras sonrientes ante las cámaras de televisión y sus mutuos aplausos y parabienes, seguirán copando los insoportables minutos y horas de la gala más aburrida que ha parido ninguna Academia cinematográfica en cualquier país del Mundo. Pero no, oiga, los cortos los quitamos, que ralentizan y no interesan.
En los cortometrajes está el futuro del Cine español. Del cortometraje han llegado nombres como Max Lemcke, Koldo Serra o el tan aplaudido Juan Antonio Bayona, que ahora han podido firmar sus primeros largometrajes (Casual day, Bosque de sombras y El orfanato, respectivamente). Son sólo tres ejemplos. Cargarse el espacio para ellos en la gala es cargarse uno de los pocos escenarios realmente vistosos que este gremio tiene. Un gremio cada vez más abocado al limitadísimo círculo de certámenes expresos para cortometrajes.
Así nos va. No sólo seguimos con la misma morralla de siempre, sino que además cerramos la puerta a nuestro futuro: los directores del futuro, los actores del futuro, los guionistas del futuro.
La decisión ya la tomaron en septiembre. Todavía están a tiempo de echarse atrás. Yo soy sincero: no pienso ver la gala. ¿Y vosotros?