Llega la sensación a Donosti. Brad Pitt y Quentin Tarantino, acompañados, hay que decirlo, por el absolutamente eclipsado productor de Malditos Bastardos, Lawrence Bender. La rueda de prensa es corta, no deja a casi nadie satisfecho, y las respuestas son también escuetas, no parece haber demasiado interés por enriquecer este encuentro con la prensa, pero todo hay que decirlo, Brad Pitt muestra una humilde simpatía, que remata al despedirse con un poco de peloteo "ha sido mi primera vez en San Sebastián, pero quedo encantado, es una ciudad hermosa...". Tarantino también ofrece una simpatía sincera aunque como digo, no está demasiado hablador, cosa especialmente negativa en un charlatán como él.
Se habla bastante del particular personaje que interpreta
Pitt en la película. Su acento sureño, que, según cuenta, sus hijos imitan. Su
condición de asesino de nazis, aunque el actor asegura que no se tomó la
película como una venganza, dice no ser un actor de método y destaca el buen
ambiente con el equipo. Tarantino se
siente orgullo de que en Knoxville, su ciudad de origen, sureña, se haya
alabado el acento del actor. En cuanto a su preparación, Pitt afirma que Tarantino
sabe exactamente lo que se ha de hacer. Además, en cuanto a su guión, campo en
el que lo compara con Los Coen, no hay necesidad de cambiar absolutamente nada,
asegura el actor.
Bromean una vez más con la ya casi legendaria noche en la
que Tarantino le convenció para que interpretara a su personaje, entre vino y
vino. Tarantino lo explica confuso "aparecía parmesano y luego más parmesano" y
Pitt directamente admite "no recuerdo muy bien". Bromean sobre cuestiones cómplices, incluso
sale a relucir cierto consolador que el director debió airear en el rodaje.
Tarantino se siente aún como aquel chico que trabajaba en un
videoclub pero con muchas más metas cumplidas. Pitt no tiene más que buenas
palabras para él, sobre cuánto le apetecía una colaboración, dice que un rodaje
con él es como ir a misa, "el director es allí Dios, y siempre se puede
aprender algo de Dios". Derrochan buen rollo, parecen haber congeniado bien, y
entenderse en el rodaje. Sin extenderse mucho más, y después de haber dado algunas respuestas más bien
insuficientes (con alguna queja de reporteras televisivas), las dos estrellas
de San Sebastián terminan una de las ruedas de prensa con mayor estruendo de
flashes y gentío que se recuerdan en San Sebastián.