De un modo algo improvisado he podido acercarme al festival
de Sitges un par de días. Unas pocas películas (he perdido un par de ellas por
complicaciones) y sobre todo, la posibilidad de descubrir el ambiente que se
respira en el festival fantástico más importante del país.
Desde luego, esto es bastante diferente de la semana de
terror de San Sebastián que acostumbro a visitar. Todo es más grande, más
serio, y con mucha menos identidad de público. Por supuesto, allí nadie grita,
aunque se aplaude mucho, a veces de un modo demasiado mecánico a los nombres
reconocibles en los créditos. Vi todas las películas en el auditorio del Hotel
Meliá, un lugar bastante espacioso y bien equipado.
Bien adornado con un espectacular Alien en la entrada y dos estatuas de la robot de Metropolis custodiando la pantalla. Hablando de Alien, tengo que decir que la intro antes de las películas era excelente.
Mi primera película fue Splice,
del joven maestro Vincenzo Natali.
No parece que el público la haya recibido muy bien, o al menos, esa sensación
me quedó al oír comentarios a la salida. Mi opinión, positiva, la podéis leer
en mi postcrítica, pero se puede resumir en que lo que me interesa de esta
película no es tanto su condición de cine de terror al uso, donde comprendo
cierto descontento de los fans de Natali, sino las reflexiones que se pueden
desprender. Nos presentó la película el propio director que se esforzó en
chapurrear cuatro palabras en catalán. En general el catalán se entiende con
facilidad pero no tanto cuando se balbucea con acento extranjero. En cualquier
caso, había que acostumbrarse, todos los intérpretes que aparecieron por allí
tradujeron únicamente al catalán. Esto, unido a una organización algo
atropellada me deja una percepción bastante "local" de este festival
internacional.
Después, la noche, sin tiempo intermedio, la película más
divertida: Teniente Corrupto, la
versión de Werner Herzog, con un
hilarante Nicolas Cage, en su
peor/mejor interpretación. La película resulta divertidísima, aunque el público
sólo rió en los puntos de patetismo más extremo. A pesar de lo ridícula que
pueda ser, destila una característica personalidad, y una potencia bizarra que
le suma puntos. Aquí mi postcrítica. Antes podemos ver un corto, Korscha,
que aburre por su falta de ritmo y por lo trillado de su propuesta. Que un
cortometraje aburra es un crimen.
Al día siguiente, empiezo ya por la noche, con la película
más esperada, al menos por mí, Moon.
Vienen a presentarla nada más y nada menos que Sam Rockwell y el director Duncan
Jones, el hijo de David Bowie (alguien entre el público le grita "¡Zowie!").
Una excelente película de la que todos parecen salir contentos. El director
habla un poco de la condición indie de la película, es decir, se excusa por la
falta de presupuesto. Más opinión en mi postcrítica. Antes vemos un cortometraje repleto de efectos digitales,
The machine Stops, que al comienzo se
admira mediante un rótulo de lo temprano de la escritura del relato corto en el
que se basa (a principios de siglo). Queda claro, pues la historia no tiene
absolutamente nada que no hayamos visto mil veces. Bien por el entrenamiento
del equipo de efectos digitales. Cine hay poco, es bastante torpe.
Para terminar, tenemos a Shinya Tsukamoto, un viejo conocido tanto para este festival como
para la semana de terror de Donosti. Este no se pierde una. Nos trae la tercera
parte de su gran éxito Tetsuo. De
paso, recibe el premio honorífico La màquina del temps. Además de ser un tipo
simpático, Tsukamoto desborda talento para crear potentísimas imágenes. Más
opinión en mi postcrítica. Antes de esta vemos un par de cortos. El primero, Kagamiko, es un fraude arty que se basa
en 3 pilares: el blanco y negro (que siempre sirve a los primerizos para
trabajar menos en la fotografía), el silencio absoluto (elección aparentemente extrema
que en realidad sirve una vez más para ahorrarse un aspecto complicado) y la
locura de su historia (algo que permite no tener que pensar una idea original).
Un montaje fallido y mucha pose. Después vemos otro corto, Battle Games, con gran parte del equipo entre el público jaleando.
Sorprendentes efectos especiales y coreografías de acción. Como cine vale menos
que la peor película de Van Damme, pero desde luego se lo han currado.
Me queda una impresión final positiva por el cine que he visto y por las visitas de los cineastas, aunque empañada un poco por el sorprendentemente bajo nivel de los cortometrajes (más preocupados en aparentar que en hacer), y por un ambiente algo apático. Parece que la propia ciudad no se hubiera enterado que está de festival, seguramente no ayuda que el principal lugar de proyección esté situado a las afueras. En todo caso, no me importaría nada volver.