Buenos estrenos esta semana. Voy a rescatar cinco de ellos aquí para hacer un pequeño resumen. Esta semana al cine.
Me gusta decir, un poco a vuelapluma, que es la mejor película de terror de los últimos cinco años. Primero porque tiene ese mérito tan poco habitual de conseguir crear inquietud, incluso algo de angustia, ante un horror imparable, sin necesidad de recrearse en vísceras ni oscuridad. Es una buena pesadilla. En segundo lugar, porque reúne lo mejor de ayer y de hoy. Cuando digo ayer, me refiero a ese cine de los ochenta, azotado por sintetizadores, como El ente. Es también una digna heredera de Pesadilla en Elm Street, con ese miedo primordial, inevitable, de cuando el terror adolescente no era un pastiche regurgitado. Y del hoy tiene la estilización, la estética y el tono -en parte sustentado por el revival. Lo que algunos llamarían con desdén, hipster. Es, en cualquier caso, una obra compacta, incisiva, que más allá de las consideraciones racionales deja un poso especial.
El título deja varias cosas claras. La primera es su ambición temática. También, por su extensión inadecuada, podemos suponer su desprecio por la lógica convencional, a un nivel formal, y esto se reflejará al menos en sus planos -y hasta aquí puedo leer. Y por último, cierto tono de ironía, que se debate entre el humor y el desconcierto. Ganó el león de oro en Venecia. Está dirigida por uno de los directores europeos más interesantes y también más desconocidos, al menos en el circuito de cartelera, Roy Andersson. Con películas como Canciones del segundo piso, demuestra que es uno de esos directores nórdicos que juega a la sonrisa extraña, al cinismo entrañable, unos contrastes emocionales sutiles que si entras en ellos, te pueden seducir. Pienso en otros como Kaurismaki o Bent Hamer. Imprescindible.
O como dice su título original, mucho más acertado, What he did on our Holiday (Lo que hicimos en vacaciones). Esta, al contrario que las dos anteriores, no es para nada una cita imprescindible, y dista mucho de ser perfecta. De hecho, en su recta final tiene varios resbalones de esos de tener un poco de vergüencita ajena por los cierres emotivos. Por lo demás, es una comedia muy británica, con humor negro y con chistes inteligentes. Personajes con chispa. Una película muy ligera que sabe mantener la sonrisa y provocar alguna carcajada. Además, se sale de lo común en su argumento, rompiendo con el molde habitual. En la línea de esas nuevas comedias británicas, de aspecto descuidado, con espíritu gamberro y desarrollo original. Pienso por ejemplo en Turistas.
Sensaciones encontradas. Por un lado, el responsable es Brad Bird, que firmó la que para mí es la mejor película de Pixar -ya es decir- Los Increíbles. Suya es la joya de culto, El gigante de hierro. En imagen real, también suya es la que para mí es la mejor entrega de Misión Imposible, la cuarta. Ahora nos trae esta grandiosa historia fantástica que cuenta entre su reparto con George Clooney y con Hugh “House” Laurie. No está teniendo una acogida demasiado entusiasta y tiene un gran contra, el coguionista, junto con Bird, es Damon Lindelof. Lindelof el alborotador de Perdidos y el responsable del desastroso guión de Prometheus, entre otros crímenes. En todo caso, el apartado visual de Bird es suficiente razón para verla. Ponedla en cola, pero no la primera.
Pasó por el festival de San Sebastián y se hizo con el premio de nuevos directores. Dos directores búlgaros: Kristina Grozeva y Petar Valchanov, nos cuentan otra de esas historias interesantes de profesores. En este caso, en un pequeño pueblo de Bulgaria, y lo unen con una historia sobre penalidades económicas -quizá no es casualidad que Grecia esté metida en la producción. Cuidado con esta película porque puede perderse entre los interesantes estrenos de esta semana, es la tapada y sé que a muchos de vosotros, que no le hacéis ascos al cine que viene del Este, os gustará.